Una cuestión de tamaño

domingo, 24 de abril de 2011

Las mismas pobres

Como algo que tortura, forma una pinza con los dedos y empieza a torcer. Siempre en el mismo lugar, siempre con la misma fuerza, siempre en el mismo ángulo y siempre con el mismo efecto. Parece que no conoce de métodos, bibliotecas o caminos alternativos. Parece que lo único que conoce es la repetición –sistemática, bruta– de una figura que se instala en el centro de lo que duele. Cambia, a veces, los dedos, pero las víctimas son las mismas, una y otra vez, y no tiene temor a cansarse de la insistencia y la monotonía de agarrársela siempre con las mismas pobres hilachas desgastadas de su barba de dos meses. Siempre con las mismas débiles que no entienden por qué, siempre con estas tontas que se preguntan aunque sepan que no habrá respuesta. Ya no.


FV

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