Ahí está: escabulléndose. Tú lo ves y no. Nadie diría que este hombre es una amenaza. Ni siquiera es seguro decir que sea un hombre. Todos lo miramos raro. Algunos, por supuesto, lo quieren matar. Otros no se quedan en el quiero y ya pasaron al busco. Otros lo admiran y otros solo lo odian. Él no aparece por ningún lado, obvio. No al menos claramente. Su esencia le dicta razones y él cumple. Algo lo domina, y él se deja dominar. Algo que por ahora no parece ser carne o alma o viento. Algo simple; acaso desconcertante. Un día, Julián —Juliancito, le diría su abuela— se va a levantar en cualquiera sea la selva en la que ahora está acampando y va a pensar que nada de lo que hizo valió la pena.
FV
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