Una cuestión de tamaño

martes, 27 de diciembre de 2011

DOS




Por un tiempo asumimos que las contradicciones eran insalvables y nos entregamos a ellas, danzando por separado en nuestros mundos, unidos por un exacto eje de simetría que dibujaban aquellos días, esas noches. Así fue que ignoramos la potencia del veneno que esas contradicciones liberaban despacio y en silencio. Es claro ahora para mí que el mundo no admite simetrías que reduzcan, que conviertan lo complejo en simple, que amolden el caos y lo conviertan en un cosmos agradable, que encaucen las fuerzas destructivas de la chance y el azar. Ahora resulta claro que, antes o después, en un último acto de simetría, uno de los dos, cualquiera de los dos, habría de desafiar esa correspondencia invariable, rindiéndose al impulso natural de comprobar la armonía por el arbitrario ejercicio de una disonancia. Así debía ser. Así fue.




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