Una cuestión de tamaño

sábado, 17 de diciembre de 2011

Mis primeras lecturas

Empecé a interesarme por la literatura cuando tenía trece o catorce años. A la noche le pedía los libros a mi padre, los llevaba para mi cuarto, los sacaba de sus forros de nailon y los dejaba apilados sobre el escritorio. Me sentaba en una silla enclenque frente a la pila. Tomaba dos o tres tragos de limonada con hielo. Limpiaba los lentes. En general, me acordaba de que la persiana estaba alta cuando ya me había acomodado, así que, con gran malhumor, me levantaba, la bajaba y volvía a mi silla enclenque. Entonces sí: la puerta ya cerrada, aislado del mundo, recién cenado y ávido de todos los libros, rompía la pila, los esparcía sin ceremonias sobre el escritorio, los ordenaba por tamaño y empezaba a olerlos. Página por página, cada una con su perfume.

FV

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