Una cuestión de tamaño

martes, 26 de julio de 2011

La espera

Nada más sencillo y a la vez desafiante que esperar. Simple: una debe dejarse caer sobre, digamos, un escalón, o el banco de una plaza. Acomodar los miembros de una manera más o menos recatada, husmear la cartera para disimular la ansiedad, encender un cigarrillo, quizás dos, si la suerte es favorable, y quedarse así, como si nada, expectante, imaginando cómo será cuando la veas bajar la calle, tan etérea, las manos en los bolsillos del gabán oscuro como sus ojos, acercándose un paso por vez, y te ve y al fin esa sonrisa que tanto te desvela y ahora está acá, no en una foto. El encuentro, al principio, algo raro. “Hola, al fin nos conocemos, qué linda, en serio, vos también”, y tu mano roza sus dedos y sentís que por fin sabés quién sos.


SL

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