Gabriel Martínez Diáscolo toma el té todas las tardes. Lo que se sirve es un agua reforzada a medio camino entre hierbas recién arrancadas y polvos herrumbrosos sacados de frascos que hacía mucho tiempo no se usaban. A ella le gusta así.
Es que todas las tardes, un poco apurado, se viste con sus mejores ropas y sus mejores perfumes y sus mejores zapatos, que nunca son buenos, y pasa a buscar a su esposa por el trabajo. Siempre a las cinco en punto.
Los dos llegan al bar en silencio, se sacan los abrigos, arriman las sillas a las mesas de madera y hacen la seña al mozo. Sin hablar, reciben los saquitos de té. Sin hablar, toman.
Un día, Martínez Diáscolo no va a tomar té. Ese día no la mirará a los ojos.
FV
vi los saquitos de té. Y los vi a ellos.
ResponderEliminarMe gustaron.-